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Brau: de objeto de juego a objeto de memoria

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Brau: de objeto de juego a objeto de memoria

1. Biografía de un vínculo Hace más de veinte años adopté a Braulio, un perro herido que encontré en la carretera al…
1. Biografía de un vínculo Hace más de veinte años adopté a Braulio, un perro herido que encontré en…

1. Biografía de un vínculo

Hace más de veinte años adopté a Braulio, un perro herido que encontré en la carretera al llegar a Barcelona. Fue mi compañero de vida. Un amigo en Berlín le regaló un pequeño perro de peluche, blando y simpático, que pronto se convirtió en su juguete favorito. En uno de sus juegos le arrancó una oreja, y ahí empezó su historia.

Años más tarde, al preparar un viaje largo, decidí llevarme el peluche conmigo. Lo fotografié en distintos lugares, casi como si Braulio siguiera a mi lado. Cuando él murió, el peluche perdió su función de juguete y pasó a tener otra: convertirse en recuerdo. Lo rebauticé como Brau, y desde entonces viaja conmigo a todas partes.

Braulio, 2003
Braulio, 2003

2. De juguete infantil a compañero simbólico

Brau fue creado como un peluche para niños, hecho para ofrecer ternura y compañía. Pero en mi caso, su recorrido fue distinto. Pasó de las manos humanas a las patas de un perro, y después a mis propias manos como símbolo de vínculo y memoria.

Esa transformación resume lo que me interesa del diseño: cómo los objetos cambian de significado según quién los use y en qué momento de su vida. Brau nació como un objeto lúdico y acabó siendo un mediador emocional, una presencia pequeña pero cargada de historia.

Brau tomando café Osaka, 2009

3. El valor del desgaste

Brau tiene una oreja menos, las costuras torcidas y la tela desgastada. Y precisamente ahí está su valor. Cada marca cuenta algo. No lo he querido reparar nunca porque esas huellas son parte de su identidad y de la mía.

Con los años entendí que Brau es lo que Winnicott llamó un objeto transicional: algo que nos ayuda a conectar con la ausencia, a sostener el recuerdo. Fotografiarlo en mis viajes es mi forma de ritualizar la memoria, de mantener vivo el vínculo con Braulio. Es un gesto íntimo, casi inconsciente, pero lleno de sentido.


4. Una historia que conecta con otras

Mi historia con Brau no es tan distinta de otras formas de relación con los objetos. En Japón existe el ritual Ningyō Kuyō, donde las muñecas viejas se despiden con una ceremonia. En América Latina hay proyectos como Sigo Contigoo Angels Value, que crean peluches con ropa de personas fallecidas. En todos los casos, el objeto se convierte en una forma de mantener vivo lo que ya no está.


5. El diseño que sigue vivo

Me gusta pensar que el diseño de Brau no cambió, pero su significado sí. El peluche sigue siendo el mismo, pero lo que representa ahora es totalmente distinto. Como dice Ton Otto, los objetos también generan conocimiento a través de la experiencia. Y es verdad: Brau me ha enseñado más sobre el valor emocional del diseño que cualquier teoría.

También me gusta recordar a Margarete Steiff, la creadora del primer peluche moderno en el siglo XIX. Sus animales de fieltro nacieron para acompañar a los niños, y me parece curioso que el mío, de origen alemán, haya acabado cumpliendo esa misma función, pero conmigo.

Margarete Steiff, la costurera alemana que se convirtió en la pionera en la fabricación del primer peluche moderno

6. Conclusión

Brau ha pasado de ser un peluche infantil a un compañero de vida. Un objeto que ha viajado conmigo, que ha sido testigo de pérdidas, de cambios y de etapas. Me recuerda que los objetos no solo sirven para algo: también nos acompañan, nos conectan con el pasado y nos ayudan a entender quiénes somos.

Este ejercicio me ha hecho ver que el diseño más importante no siempre está en lo nuevo o lo funcional, sino en su capacidad para generar vínculo. Brau, con su oreja rota y su historia encima, es la prueba de que el diseño más humano a veces se esconde en lo más sencillo.

Galería de Brau

Referencias

Debate2en Brau: de objeto de juego a objeto de memoria

  1. Maria del Carmen Moreira Barbeito says:

    Hola Justo!!! Soy Carmen, encantada!!!
    Tu historia sobre Brau me ha parecido super tierna. Me encanta cómo muestras que los objetos pueden transformarse a lo largo del tiempo y adquirir nuevos significados según nuestras experiencias vitales. La idea de que el peluche haya pasado de ser un simple juguete a un mediador emocional me parece muy tierna y conecta perfectamente con el concepto antropológico de “objeto transicional” de Winnicott, que mencionas.
    También me resultó muy interesante cómo vinculas esta experiencia personal con ejemplos culturales como el Ningyō Kuyō en Japón o los proyectos latinoamericanos de memoria. Eso refuerza la idea de que los objetos no solo son materiales, sino contenedores de afecto, duelo y continuidad emocional.
    Tu reflexión final sobre el diseño “más humano” me parece una síntesis preciosa: «a veces lo más valioso no es lo nuevo ni lo perfecto, sino lo que guarda historia y conexión». Gracias por compartir una historia tan íntima y universal a la vez! Me ha encantado
    Un saludo,Carmen Moreira

    1. Justo Nieto Armuña says:

      Gracias Carmen por tu mensaje y por cómo has entendido lo que hay detrás de la historia de Brau.Me interesaba mostrar cómo los objetos pueden transformarse con el tiempo y volverse parte de nuestra vida emocional. El concepto de “objeto transicional” me ayudó mucho a darle sentido a eso.También me pareció interesante conectar con otras culturas, como el Ningyō Kuyō, donde ese vínculo con los objetos se vive de una forma tan simbólica.Gracias de nuevo por tu lectura y por tus palabras llenas de sensibilidad.
      Un abrazo,Justo

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ANTROPOLOGÍA DEL DISEÑO

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ANTROPOLOGÍA DEL DISEÑO

MI OBJETO: LA VELA Vinculación personal Desde siempre he sentido una conexión especial con las velas. Me resultan acogedoras, cálidas y evocadoras.…
MI OBJETO: LA VELA Vinculación personal Desde siempre he sentido una conexión especial con las velas. Me resultan acogedoras,…

MI OBJETO: LA VELA

Vinculación personal

Desde siempre he sentido una conexión especial con las velas. Me resultan acogedoras, cálidas y evocadoras. Comencé a usarlas cuando estudiaba, ya que encender una vela transformaba el ambiente de mi habitación: la luz se volvía más suave, el olor más agradable y todo parecía calmarse. Esa sensación de refugio y serenidad se convirtió en una especie de ritual diario. Con el tiempo, las velas pasaron a formar parte de mi espacio de trabajo: ahora que soy freelance y paso muchas horas en casa, encender una vela marca el inicio de mi jornada, creando un entorno tranquilo y concentrado.

Mis favoritas son las velas con mecha de madera, que crepitan como si fueran una pequeña chimenea. Además de su sonido, elijo velas elaboradas con cera de soja, por ser naturales, sostenibles y menos contaminantes que las de parafina. En los últimos años incluso he empezado a hacerlas yo misma, eligiendo los aromas, los recipientes y los colores, lo que añade una dimensión creativa y afectiva al objeto. Cada vela que fabrico es una pequeña extensión de mi personalidad y de mi forma de entender el bienestar cotidiano. Como señala Sennett (2009), el trabajo artesanal refuerza la conexión entre el hacer manual y la identidad personal.

Análisis formal y funcional

Formalmente, la vela es un objeto sencillo: un cuerpo sólido de cera con una mecha central que, al arder, produce luz y calor. Sin embargo, en su aparente simplicidad reúne varios elementos de diseño: forma, material, color, aroma, textura y sonido, todos orientados a generar una experiencia sensorial completa. Su función práctica original era iluminar, pero en la actualidad su valor se ha desplazado hacia lo simbólico y emocional: crea atmósferas, estimula la memoria olfativa, acompaña momentos de intimidad o meditación y aporta identidad al hogar.

La “necesidad universal” que cubre la vela ha pasado de ser la de la luz a la de confort emocional, belleza y bienestar. Tal como señala Miller (2008), los objetos cotidianos no solo satisfacen necesidades prácticas, sino que también configuran nuestra identidad y nuestras emociones dentro del hogar.

Análisis cultural y simbólico

A lo largo de la historia y en distintas culturas, las velas han tenido un papel fundamental como objeto ritual, simbólico y social. Su presencia es universal, aunque con matices según la época y el contexto. Como indica Appadurai (1986), los objetos adquieren significados a través de su circulación social y su uso simbólico, lo que explica por qué una vela puede representar tanto lo sagrado como lo cotidiano.

En el mundo antiguo, ya existían formas de iluminación semejantes: los egipcios y romanos utilizaban antorchas o lámparas de grasa animal. Las velas de cera aparecieron en Europa hacia la Edad Media, asociadas primero al ámbito religioso —iluminando iglesias, procesiones y altares— y luego al doméstico. En el cristianismo, simbolizan la presencia divina y la esperanza; en el hinduismo y el budismo, representan la sabiduría espiritual y la iluminación interior. En México, durante el Día de Muertos, guían a las almas; en Japón, las velas se emplean en rituales de té y ofrendas (ohaka-mairi); y en los países nórdicos, son un elemento esencial del estilo hygge, vinculado al bienestar y al calor del hogar.

En la cultura occidental contemporánea, las velas han adquirido nuevos significados sociales. Se usan en cumpleaños, donde simbolizan los deseos y el paso del tiempo; en bodas y funerales, donde representan la continuidad y la memoria; en rituales espirituales o esotéricos, para canalizar intenciones o energías; en espacios de relajación como spas o centros de yoga, asociadas a la calma y la conexión interior; y en el ámbito doméstico, como elemento decorativo y sensorial.

Hoy, encender una vela puede ser un acto de autocuidado o introspección, adaptado a nuevas prácticas sociales como el mindfulness o el slow living, reflejando valores contemporáneos de calma y sostenibilidad. Desde la perspectiva de la cultura material, los objetos encarnan las creencias y sensibilidades de quienes los producen y utilizan (Prown, 1982), de modo que la vela expresa tanto una búsqueda espiritual como un ideal estético y emocional propio de nuestro tiempo.

Por otro lado, hacer mis propias velas se inscribe dentro de una tendencia cultural más amplia: el movimiento “hazlo tú mismo” (DIY), que reivindica la creatividad manual frente a la producción industrial. Así, la vela encarna tanto una función simbólica (refugio, calma, espiritualidad) como una dimensión cultural que habla de los modos de vida actuales y de los valores de una generación que busca belleza y equilibrio en lo cotidiano.

Diseño y antropología: una reflexión

La relación entre diseño y antropología se hace evidente en objetos como la vela, donde la forma y la función se entrelazan con los significados culturales. La antropología nos ayuda a comprender que el diseño no solo produce objetos útiles, sino también símbolos cargados de identidad, memoria y emoción colectiva (Baudrillard, 2009). La vela, en sus distintas versiones históricas y culturales, es un claro ejemplo de cómo un mismo objeto puede adoptar múltiples sentidos simbólicos según el contexto.

Desde la mirada del diseño, la vela ha evolucionado adaptándose a los modos de vida y sensibilidades de cada época: de herramienta de iluminación a objeto decorativo, espiritual o terapéutico. Esta capacidad de transformación demuestra cómo el diseño se nutre de la cultura, y cómo la cultura se materializa en los objetos (Attfield, 2000; UOC, 2024).

Conclusión

Mi vínculo con las velas trasciende su aspecto estético o funcional. Representan un acto cotidiano de cuidado y conexión personal, un pequeño gesto que transforma el entorno y el estado de ánimo. Al analizarlas desde la antropología del diseño, comprendo que este objeto no solo habla de mí, sino también de mi tiempo y mi cultura: de una generación que busca calma, sostenibilidad y belleza en lo cotidiano. La vela, es testimonio de cómo el diseño puede iluminar no solo espacios, sino también significados.

Bibliografía (formato APA 7ª edición)

Appadurai, A. (1986). The Social Life of Things: Commodities in Cultural Perspective. Cambridge University Press.

Attfield, J. (2000). Wild Things: The Material Culture of Everyday Life. Berg Publishers.

Baudrillard, J. (2009). El sistema de los objetos. Siglo XXI Editores.

Csikszentmihalyi, M., & Rochberg-Halton, E. (1981). The Meaning of Things: Domestic Symbols and the Self. Cambridge University Press.

Miller, D. (2008). The Comfort of Things. Polity Press.

Prown, J. D. (1982). Mind in Matter: An Introduction to Material Culture Theory and Method. Winterthur Portfolio, 17(1), 1–19

Sennett, R. (2009). El artesano. Anagrama.

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